Durante décadas, los economistas han estado obsesionados con combatir la inflación, reducir los déficits públicos y desaconsejar a los inversores la asunción de riesgos excesivos. Pero, tras el estallido de la crisis de 2008, esta creencia ha quedado en entredicho. Ante el peor desastre económico desde el crac de 1929, la reacción de las autoridades económicas ha sido con frecuencia demasiado prudente y se ha visto lastrada por el miedo a los riesgos y a las pérdidas derivadas de sus acciones.
La provocativa tesis de La paradoja del riesgo defiende que el temor de los bancos centrales a la inflación y al riesgo ha mermado los esfuerzos para reactivar la prosperidad global. Con una enorme cantidad de datos e investigaciones sobre la última década, Ubide reclama a las autoridades económicas, pero también a todos aquellos que se dedican a la economía, que abandonen su zona de confort, acepten la asunción de riesgos y emprendan acciones más osadas para mejorar las perspectivas económicas del mundo. Y detalla qué medidas deberían tomarse.
Las crisis acaban con los paradigmas. En 2007 la mayoría de los economistas estaba convencida de que los tipos de interés casi nunca llegarían a cero y de que si los bancos centrales compraban bonos soberanos los gobiernos se volverían despilfarradores. Pensaban que tener un empleo era una garantía contra la precariedad, que transferir dinero a los ciudadanos incondicionalmente crearía un ejército de vagos o, incluso, que la democracia liberal ya era el sistema político dominante e indiscutible y siempre se basaría en la alternancia de partidos moderados de centro derecha y centro izquierda.
En 2018 nada de esto está claro. En un ejercicio de osadía que pocos economistas están dispuestos a asumir, Ubide disecciona los problemas de las economías ricas transcurridos diez años desde la crisis y pone en duda un buen puñado de ideas ortodoxas que muchos aún se resisten a abandonar.