Hoy en día estamos acostumbrados a oír la expresión «nativo digital» para referirse a los nacidos a partir de mediados de los noventa, quienes, supuestamente acostumbrados a la presencia de ordenadores y otros dispositivos digitales en sus vidas, no necesitan que nadie les enseñe a utilizarlos. Pero esto dista mucho de ser así y es un error considerar a estas generaciones competentes en el uso de la tecnología por el mero hecho de haber nacido con ella. ¿Acaso por nacer en una familia que hable castellano dominamos el idioma?
Muy al contrario, no se trata de una generación especialmente dotada de conocimientos, habilidades o intereses en lo que al uso de las llamadas «nuevas tecnologías» se refiere, y cuando manejan programas distintos a Instagram, Snapchat, YouTube u otros que utilizan para descargarse música y películas, muchos de ellos son bastante torpes. Más bien deberíamos hablar de huérfanos digitales con una preocupante falta de formación.
Considerar que estos jóvenes van a saber aprovechar el enorme potencial de estas tecnologías en su desarrollo como personas y en el progreso de nuestra sociedad de forma casi instintiva, sin que tengan el apoyo de la familia y sin que diseñemos y apliquemos planes educativos al respecto, resulta absurdo.
En otras palabras, los nativos digitales, más que existir, sobreviven, y nosotros como padres, políticos y educadores debemos ayudarles. Este libro, en el que colaboran expertos en la materia de diversas disciplinas, quiere aportar una visión distinta, por lo que nos parece una herramienta fundamental para la labor que tenemos por delante.
Si decides comprarlo, estarás contribuyendo con el proyecto Mak3rs de Ayuda en acción, una iniciativa que quiere conseguir que los jóvenes en riesgo de pobreza y exclusión social aprendan a interactuar con la tecnología. Todos los autores hemos cedido los beneficios obtenidos por derechos de autor para apoyar este proyecto.
Muchos son los aspectos que se abordan en este libro, pero hay uno que cobra especial relevancia y es la actitud de los padres ante sus hijos. Es habitual ver como los progenitores abandonan su deber de educarlos cuando se trata de nuevas tecnologías, solamente pensando que no saben más que ellos.
Equivocadamente esperan que sea en el colegio donde se los eduque, cuando en realidad esa educación ha de tener lugar sobre todo en casa, y seguramente empezando con la adquisición de las competencias digitales necesarias por parte de la familia.
Y en cuanto a la escuela, en este libro encontramos capítulos que dedican especial atención a quienes se están encargando de formar, inadecuadamente en su mayoría, a estos jóvenes en un sistema educativo no siempre preparado para este desafío.
Debemos idear un nuevo modelo que se pueda incorporar en una sociedad digital avanzada para responder a las nuevas y cambiantes necesidades del mercado laboral al que se tendrán que adaptar estas generaciones en el futuro.